Estigmatización y usos léxicos en el tratamiento informativo del vih/sida en cinco diarios mexicanos de 2012 a 2013

Stigmatization and lexical use in the journalistic treatment of information about hiv/aids in five Mexican newspapers from 2012 to 2013

 

Miguel Sánchez Maldonado1, José Luis Terrón Blanco2 y

José Carlos Lozano Rendón3

 

El presente trabajo averigua si la información sobre el vih/sida publicada en cinco periódicos mexicanos conllevaba algún tipo de estigmatización. El análisis de contenido arrojó que se utilizó un lenguaje neutro; no se relacionó a la enfermedad con la muerte y no se utilizaron datos alarmistas.

 

Palabras clave: vih/sida, estigmatización, selección léxica, diarios, análisis de contenido.

 

The goal of this work was to find out if the information about hiv/aids published in five Mexican newspapers denoted any kind of stigmatization. The content analysis resulted in the presence of neutral vocabulary. The disease wasn’t linked to the topic of death and alarmist information was not used.

 

Key words: hiv/aids, stigmatization, lexical use, newspapers, content analysis.

 

El cuidado de la salud y la respuesta de las personas ante las enfermedades generalmente están influidos por las representaciones de los medios de comunicación. El lenguaje que utilizamos para hablar sobre el vih/sida es un reflejo de nuestra realidad social, está supeditado a nuestras fobias y prejuicios, pero al mismo tiempo también es creador de la imagen que tengamos del vih/sida, de nuestras actitudes respecto de la epidemia y de las personas afectadas.

Según Brito Lemus (2007), la relación entre la prensa y el tema del vih/sida ha estado marcada por tensiones. Entre las críticas que los activistas y educadores hacen a los periodistas que abordan el tema se encuentran: a) el sensacionalismo, b) la cobertura reactiva, c) el predominio de enfoques informativos sobre los divulgativos, d) el énfasis en las personalidades, celebridades y acontecimientos, e) el olvido de las acciones de las organizaciones civiles y f) el predominio de las estadísticas epidemiológicas sobre las historias de vida. Así mismo, a los medios de comunicación se les ha criticado el no asumir un papel corrector de las asociaciones negativas –muerte, contagio, promiscuidad, castigo y vergüenza– que ellos mismos han establecido con su cobertura desde el inicio de la epidemia.

En los años ochenta se hablaba del sida como una enfermedad que afectaba a hombres homosexuales, a inmigrantes, pobres o personas con conductas desviadas. Arellano (2008) comenta que las asociaciones estigmatizadoras iniciaron desde la publicación en 1981 de la noticia “Cáncer raro observado en 41 homosexuales” (Altman, 1981) en Estados Unidos. Posteriormente con el incremento de casos en trabajadoras sexuales y usuarios de drogas, el sida se convirtió en una enfermedad mediática con connotaciones negativas semejantes para todo el mundo. En México las primeras publicaciones llevaban expresiones como “plaga gay”, “Dios sacude a Sodoma”, “Sexo, vicio, muerte”, entre otras opiniones no fundamentadas que proliferaron y limitaron los espacios de divulgación científica (Arellano, 2008).

Los medios de comunicación pueden ser aliados para eliminar las construcciones negativas sobre el vih/sida y enfrentar la discriminación. Arellano (2008) destaca la responsabilidad de los medios no solo en la construcción de estigmas, sino en su papel formativo en la sociedad, para eliminar, mediante un mejor uso del lenguaje, los mecanismos discursivos con los que se etiquetan enfermedades o discapacidades.

La estigmatización asociada al vih/sida puede ser de dos formas: la externa, en la que se tiene una percepción negativa de una persona a partir de características tangibles o intangibles que le son atribuidas para apartarla de un orden social local; y la interna, en la que las construcciones externas alrededor del vih/sida son interiorizadas por las personas que viven con vih (pvv) y que repercuten en su propia valoración y en su forma de tratar y expresar la enfermedad. O sea, hablamos de dos partes que se retroalimentan y limitan la capacidad de actuar de las personas; del estigma externo como una representación impuesta y del interno como una autopresentación.

La estigmatización externa puede ser promovida en los medios de comunicación como resultado del uso incorrecto de las palabras, pero también se puede derivar de la selección y enfoque de la información, las fuentes consultadas, el uso correcto del lenguaje biomédico, o las relaciones que se hagan entre el vih/sida y la muerte.

Por la corresponsabilidad que tienen los medios de comunicación con la sociedad para desterrar los estigmas y la discriminación, diversos organismos internacionales han elaborado guías y recomendaciones para comunicadores, organizaciones civiles y todo aquel que tenga que comunicar algo sobre el vih/sida. Estas pautas buscan lograr una homogeneidad del lenguaje, usos correctos y sensibles a las necesidades de toda la población y sobre todo de las pvv.

Entre las guías que tratan sobre términos problemáticos y frases estigmatizadoras están: las recomendaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) (2008) sobre la terminología y redacción del material relativo al vih y al sida; la Guía para Comunicadores sobre vih/Sida (Iniciativa de Medios Latinoamericanos sobre el Sida [imlas], 2013); Guía para la Cobertura Periodística, América Latina (Knaeber, 2008); Guía para la Cobertura del vih/Sida (Fundación Kaiser Family, 2008), y la Guía para el Abordaje del vih en los Medios de Comunicación (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia [Unicef], 2010). También los glosarios de infosida (2012) y del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el vih/sida (onusida) (2011); además las páginas de la Fundéu bbva (2012, 2013) sobre la sinécdoque sida y las claves para una buena redacción sobre el Día Mundial del Sida. En esta investigación utilizamos dichas guías para poder cuantificar la estigmatización externa en el uso del lenguaje periodístico. Los documentos que incluimos son los dirigidos a redactores hispanohablantes.

El tratamiento informativo del vih/sida ha sido estudiado en la prensa de varias naciones.4 También se han llevado a cabo investigaciones comparativas entre periódicos de diferentes países, por ejemplo, en la prensa americana y española (Revuelta, Pérez, Almeida & De Semir, 2002) y en la británica, francesa y española (Tuñón, 1994). Estos análisis son similares en las variables que se han tomado en cuenta: la forma de redactar los textos periodísticos, la selección de géneros, las fuentes informativas consultadas. En los resultados hay coincidencias en cuanto a las formas de producción, es decir, en los flujos informativos, la autoría, las fechas y secciones en las que se publican las noticias; también en las regiones de interés, los sujetos y la preferencia por los contenidos biomédicos.

Entre los análisis de contenido realizados en México está el de Agüero Aguirre (2010) que tuvo el objetivo de conocer la información científica y tecnológica publicada en los diarios tapatíos con motivo de la xvii Conferencia Internacional sobre el Sida. Sus conclusiones fueron, entre otras: a) que se le daba mayor cobertura a los actores políticos y organismos internacionales que a los expertos científicos; b) que faltó divulgación científica y tecnológica, pues predominó el género de nota informativa en las secciones de cultura y espectáculos; c) que cuando se habló de prevención, ésta se limitó a la repartición de preservativos, y d) que no se especificó la diferencia entre vih y sida.5

Otra investigación fue la de Lara y Mateos (2006) sobre la cobertura de esta enfermedad en los periódicos veracruzanos. La autora criticó
la falta de seriedad informativa derivada de la poca información que había a mediados de los años ochenta y que propició la estigmatización de las
pvv. Por su parte, Contreras, Brito y Figueroa (2004) monitorearon 12 medios impresos del estado de México, Yucatán y el Distrito Federal durante 2002 para concluir que las pvv carecían de voz propia en los medios, que sus historias no eran consideradas noticiosas, que había un desmedido énfasis en las figuras de alto perfil como políticos, estrellas y científicos, y que la asociación entre sida y homosexualidad había desaparecido prácticamente de las noticias.

Existen tres análisis sobre las noticias de los primeros diez años de la epidemia en periódicos de la ciudad de México que coinciden en que el tratamiento informativo giró en torno a la discriminación y a aspectos sensacionalistas que garantizaban la comercialización de la noticia (Aburto Acosta, Soto Rodríguez & Tapia Guerrero, 1993; Cadena & Vázquez, 1997; Pamplona, 1989).

El último análisis de contenido realizado en México con objetivos similares a los de la presente investigación data de 2004. En el transcurso de casi 10 años, la realidad de la epidemia se ha transformado con los nuevos tratamientos antirretrovirales y las campañas de erradicación
de la discriminación. Sin embargo, a más de 20 años del inicio de la epidemia en México, y a pesar de los esfuerzos en materia de prevención de organismos internacionales y locales, la seroprevalencia se mantiene en incremento (Centro Nacional para la Prevensión y el Control del
vih/sida [Censida], 2012). De igual manera sigue habiendo discriminación y estigmatización a las pvv en entornos laborales, escolares, hospitalarios e incluso familiares que afectan su calidad
de vida (Parametría, 2013). Por lo anterior, consideramos pertinente y vigente realizar el presente estudio; además, metodológicamente, la presente investigación no se limita a la cobertura temática o de fuentes, pues también evalúa el seguimiento de las guías para el tratamiento informativo de la epidemia que fueron publicadas a partir de 2006.

El presente reporte tiene como antecedente cuatro investigaciones realizadas en España que tuvieron como objetivo averiguar si el tratamiento del vih/sida en la prensa conllevaba algún tipo de estigmatización a partir del uso del lenguaje (Terrón, García, Gorozpe & Martínez, 2006; Terrón, García & Martínez, 2008, 2010, en prensa). En los resultados nos referiremos a ellas como oleadas y trataremos de relacionar algunos de sus hallazgos con los de este artículo. En República Dominicana se llevó a cabo una investigación semejante en el periodo de octubre de 2012 a marzo de 2013 (Terrón & Cruz, 2013).

 

Método

 

Nuestro objetivo fue averiguar si la información sobre vih/sida publicada en cinco medios impresos mexicanos conllevaba algún tipo de estigmatización explícita a través del tratamiento periodístico y la selección del léxico. Este reporte es parte de una investigación más amplia en la que abordamos mediante el análisis de contenido cuantitativo6 aspectos estructurales, de producción y de contenido en la cobertura del tema en estos periódicos, así como las denuncias que presentaron.

La muestra la componen las piezas periodísticas publicadas en los cinco diarios mexicanos con mayor tiraje en México (Secretaría de Gobernación [Segob], 2013). Estos periódicos pertenecen a los grupos editoriales principales, por lo tanto recaban información de diferentes regiones del país y son distribuidos en las ciudades más pobladas; tienen líneas editoriales distintas que van desde posiciones de izquierda –La Jornada– hasta derecha –El Norte pasando por las de centro
El Universal, Milenio y El Informador– y publican su información en papel y en línea; las versiones digitales son gratuitas excepto la de El Norte del Grupo Reforma. Nos referimos como piezas periodísticas a todos aquellos textos que, independientemente de su género, incluyen informaciones, interpretaciones o comentarios referentes al objeto de estudio.

El periodo analizado fue del 1 de octubre de 2012 al 31 de marzo de 2013. Escogimos estos seis meses ya que proporcionaron un número significativo de piezas periodísticas con las que nos fue posible ver el paralelismo de la información en los cinco diarios y la importancia de los eventos a la hora de configurar la agenda periodística, pues quedaron incluidas dos fechas relevantes: 1 de diciembre, Día Mundial del Sida, y 13 de febrero, Día Internacional del Condón.

Utilizamos el motor de búsqueda de los sitios web de cada periódico para la recopilación de las piezas. Excluimos las informaciones de secciones como agenda, farmacia, consultorios, anuncios clasificados, cartas al director, etc. Tampoco consideramos las piezas repetidas en las ediciones regionales de un mismo diario que no difirieran en más de 60%.

La cantidad de piezas analizadas por cada diario varió debido a tres factores: a) la ubicación: El Norte y El Informador son periódicos regionales editados en Monterrey y Guadalajara respectivamente; b) la inclusión en el buscador de piezas generadas en ediciones locales: en Milenio aparecían piezas publicadas en las 10 ediciones impresas del grupo editorial y en El Norte se incluían noticias publicadas en Mural de Guadalajara, AM de la región del Bajío y Reforma de la Ciudad de México, y c) la existencia de la organización Letra S que publica mensualmente el suplemento Letra S, salud, sexualidad, sida en el periódico La Jornada.

 

Resultados

 

El corpus de análisis está integrado por 768 piezas periodísticas en las que se mencionó al vih/sida; de éstas, 204 lo tenían como eje principal, es decir, más de 60% del texto se refería a la epidemia, tratamientos, pvv, acciones de administradores de salud o historia del sida. En la Tabla 1 podemos ver la cantidad de piezas analizadas por periódico. Semanalmente se publicó una media de 30 piezas, no obstante, podemos destacar tres momentos en los que se incrementó este número. El primero fue el abarcado por las semanas del 25 de noviembre al 1 de diciembre (n=97), del 2 al 8 de diciembre (n=50) y del 9 al 15 de diciembre (n=40) en el que se mantuvo la publicación de reportes relacionados con el Día Mundial del Sida. El segundo momento fue durante la semana del 10 al 16 de febrero en el que se publicaron 34 piezas relacionadas al vih/sida y al Día Internacional del Condón. El tercero fue durante las dos primeras semanas de marzo en las que se dio a conocer un caso de cura funcional en una bebé de Estados Unidos (77 notas).

Al escribir sobre vih/sida se puede estar haciendo mención al virus, al síndrome o a ambos. La mayoría de las piezas periodísticas se agruparon con el uso de la palabra, y por lo tanto temática, vih/sida (n=302) por sobre las acepciones vih (n=151) y sida (n=153). Sin embargo, hay que tener precaución a la hora de interpretar este dato, pues como se encontró en las oleadas anteriores, el uso lingüístico de vih/sida se ha vuelto intercambiable para ser políticamente correcto o por el desconocimiento de qué término en específico se debe usar.

 

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En cuanto a la autoría de las piezas, 58% fueron firmadas por una persona, 28% producidas en agencias informativas y 14% identificadas como de La Redacción. De las 447 piezas de nombre propio, 54% eran de mujeres y 46% de hombres, incluyendo 19 piezas firmadas por varios redactores. Aunque las periodistas firmaron más piezas, en realidad, los hombres las superaron en número, eran 117 frente a 143. Sin embargo, solamente 5 periodistas firmaron más de 9 piezas.

Las agencias de noticias más utilizadas fueron efe y Notimex. La primera escribió 57 piezas relacionadas principalmente con investigación científica y reportes internacionales en el espacio europeo. Las piezas de Notimex trataron más temas sobre espectáculos y celebridades estadounidenses y pocas sobre el vih/sida en Latinoamérica.

Siguiendo la taxonomía empleada en el Informe Quiral (Revuelta, De Semir & Pérez, 2013) clasificamos las piezas periodísticas en tres macrogéneros: informativo, interpretativo y opinión. De las piezas, 70% fueron informativas –notas, breves o flash–; 17% interpretativas –crónicas, reportajes, entrevistas y artículos– y 13% de opinión –columnas, editoriales y comentarios–. La Jornada proporcionalmente publicó más piezas interpretativas tanto en su edición diaria como el suplemento Letra S.

Cada pieza fue clasificada respecto de su registro lingüístico que podía ser informativo, divulgativo o científico. Más de 90% de las piezas eran informativas (n=708) y ninguna científica. Al tratarse de diarios este dato es normal, pero sería esperable encontrar más piezas con propósitos divulgativos (n=60). Incluso entre las 204 con eje central en vih/sida solamente 36 tenían ese tratamiento. Esta aparente pérdida de interés en el tema se puede deber a tres supuestos: primero, que la agenda de los medios y la de los administradores de salud o la comunidad vih/sida no siempre coinciden, ya que se escribe más de otros temas de salud y menos sobre la epidemia en específico; segundo, porque parecería que ya no hay nada nuevo que escribir sobre el sida; tercero, por la crisis de ventas y de dinámicas de producción que están padeciendo en el nivel mundial los medios impresos.

En los encabezados, 14% mencionaba al vih (n=105), 12% al sida (n=94) y 3% al vih/sida (n=23). Estos números disminuyen cuando las piezas tienen como eje central a la epidemia, lo que indica que es posible hablar del vih/sida sin tener que hacerle mención en el encabezado. En este caso, 40% de los titulares mencionan al vih, 32% al sida y 8% al vih/sida. Un hallazgo positivo es que cuando en las piezas se incluyó información alarmista solamente 3 piezas mencionaron al vih, 4 al sida y 1 al vih/sida, y cuando tenían un enfoque pesimista 7 trataron sobre vih y 4 sobre sida y vih/sida.

Las principales fuentes utilizadas fueron las dependencias gubernamentales y muy por debajo se citaron a expertos científicos o a organizaciones de la sociedad civil, cuando se esperaría que estas dos fuentes fueran más consultadas para ofrecer otras facetas del fenómeno (véase Tabla 2). Incluso con el eje central en el vih/sida, las piezas casi no incluyeron como fuentes a los afectados (n=9.5%).

 

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Las pvv eran el grupo de la población del que más se habló, seguido de los hombres que tienen sexo con hombres (hsh) (véase Tabla 3). Según el Censida en 2013, el vih tenía una prevalencia de 17% entre los hsh y de 18% entre hombres trabajadores sexuales, algo que no se reflejó en la cobertura periodística, pues en menos de 1% (n=5) de las piezas analizadas se les mencionó. En cambio hubo más piezas que se refirieron a mujeres que se dedican al sexo comercial. Incluso con eje central casi no se escribió sobre presos (n=5), pobres (n=5), migrantes (n=7) e indígenas (n=3).

Aunque las piezas informativas no mencionaron explícitamente la feminización del vih/sida, en 21.5% de las piezas se trató a los grupos de mujeres adultas, adolescentes y niñas, además de embarazadas, mujeres transgénero y prostitutas. Pero si separamos este valor, incluso con eje central casi no se escribió sobre niñas (3.2%), mujeres adolescentes (8.5%) y mujeres trans (6.4%).

 

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El enfoque que se dio a las piezas periodísticas fue principalmente neutro. El tratamiento optimista apareció en 57 piezas (7%) que abordaban avances biomédicos o historias de vida de personas con vih que tienen una actitud positiva. En 45 piezas (6%) hallamos una perspectiva pesimista, que igual que en las oleadas anteriores se trató en piezas en las que se menciona la pobreza, exclusión y el subdesarrollo. Es posible abordar el vih/sida sin relacionarlo con la muerte; solamente 49 piezas hicieron esta relación y cuando la información tenía como eje central la epidemia, descienden a 21.

Entre las informaciones alarmistas, en 14 piezas aparecieron enunciados con adjetivos como “alarmante” y “dramático” acompañados de estadísticas –tanto en los encabezados como en el cuerpo de la nota– para hablar del incremento de casos en regiones como Sudáfrica, Australia y Grecia.

Como veremos en la Tabla 4, de las 12 piezas con información estigmatizadora destacan 2 casos, el primero en la nota sobre la inauguración de una unidad de hemodiálisis en el Hospital Universitario de Puebla en el que se construyó un cuarto para la atención aislada a pacientes con vih o hepatitis (“Inaugura Enrique Agüera unidad de hemodiálisis en el hup”, 2013); y el segundo en una nota en que la directora del Hospital del municipio de Francisco I. Madero, Coahuila solicitó la ampliación del área de urgencias, pues cada vez que se internaba una pvv se le asignaba más espacio para que no afectara a otros internos (“Demandan ampliación del área de urgencias”, 2013). En ambos casos el comentario estigmatizador proviene de la fuente informativa, los periodistas fungieron solamente como repetidores de la información.

 

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En el resto de los casos, la estigmatización estuvo dirigida a hsh, mujeres trans, personas en trabajo sexual y usuarios de drogas inyectables a los que se les identificó incorrectamente como “grupos de riesgo” o “propensos al sida”, cuando lo correcto sería hablar de prácticas de riesgo.

La sinécdoque sida se utilizó en 20 piezas informativas, muy bajo en comparación con las oleadas en España y el análisis de la prensa dominicana. Por ejemplo, en las piezas en las que se mencionó el incremento de casos de sida cuando se trata en realidad del incremento de nuevas detecciones del virus.

Para referirse al sida se han utilizado metáforas militares, de contaminación o de plaga (Sontag, 1989). Las comparaciones bélicas siguen siendo las más mencionadas, por ejemplo se utilizaron expresiones como “bomba atómica”, “luchar fuego con fuego”, “combatir la epidemia”, o “la batalla no está ganada”. En dos piezas se usó la metáfora de plaga al referirse a una Nueva York como “ciudad azotada por el sida” en los ochentas (“Murió Ed Koch, popular ex alcalde de Nueva York”, 2013) y a las naciones africanas como “plagadas del mal” (“Científicos dicen que bebé con vih se ha curado”, 2013). Sin embargo, la mayoría de las metáforas están en palabras de los afectados que dan testimonios
de su reacción inicial al enterarse de un diagnóstico positivo.

El sida y el miedo que éste provocaba se han convertido también en una metáfora para referirse a la conducta sexual de la generación de los años ochenta. En una pieza de la sección de espectáculos vimos que ahora el sida puede ser usado como metáfora para referirse a otras enfermedades, cuando antes el cáncer era una metáfora para el sida. En una columna apareció un uso cómico e inapropiado del sida y otras infecciones de transmisión sexual al decir “A más hombres mata la bragueta que la bayoneta” (Catón, 2012).

Entre las rivalidades económicas de la atención del vih/sida contra otras enfermedades, se habló del gasto que se hace en personas que necesitan de diálisis o hemodiálisis y que de incluirse en el Seguro Popular dejaría de atenderse a personas con cáncer o vih. Otras de las formas de presentación de rivalidades utilizaron estadísticas epidemiológicas que mencionan enfermedades que aparentemente tienen mayor incidencia como el cáncer de mama, tabaquismo, autismo y sarm (Staphylococcus aureus resistente a la meticilina). Hay que recordar que los y las periodistas no necesariamente comulgan con estas rivalidades, sino que son portavoces de opiniones de médicos, activistas o administradores sanitarios que buscan atraer más recursos o atención a sus ámbitos de especialidad. Al respecto podemos agregar que un periodista especializado en salud tendría la posibilidad de calibrar y contrastar la información de sus fuentes y no caer en el rol de reproductor de la información, pues contaría con un discurso propio.

Encontramos 284 piezas que utilizaron términos problemáticos que representaron 1 de cada 3 piezas de la muestra total. La proporción aumentó a 2 de cada 3 incluso cuando las piezas tenían como argumento principal el vih/sida, pues 130 de 204 informaciones utilizaban alguna palabra inapropiada. Este número es muy alto en comparación con las investigaciones españolas y dominicana, y nos da la idea de que no se está escribiendo con suficiente cuidado cuando se trata como eje central (véase Tabla 5).

 

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Los errores más frecuentes se concentraron en las palabras “portador” para referirse a quienes viven con vih –error que fue común incluso entre los periodistas que más escriben sobre el tema–, “virus” para virus del sida o virus del vih, “padecimiento”, “padecer” y “enfermo de sida”. Un error que no debería de aparecer en ninguna pieza es el de “cero positivo” usado en lugar de “seropositivo” y que fue utilizado en informaciones con el argumento central en vih/sida.

Mediante la prueba estadística de Chi cuadrada encontramos una relación significativa entre la autoría y los usos incorrectos χ2 (2, N=768) = 6.9, p< .05. Las piezas producidas en agencias en proporción contenían más términos problemáticos (44%, 94 de 212) en comparación con las de La Redacción (36%, 39 de 109) o las firmadas con nombre propio (34%, 151 de 447). Específicamente las palabras incorrectas que tuvieron una asociación significativa con el tipo de autor son: en primer lugar “portador”, que se utilizó en 80 piezas de las cuales 40 fueron firmadas por periodistas; en segundo lugar “virus” (n=49), que se utilizó mal en 33 piezas de agencia, y en tercer lugar “infectado” (n=26) de las cuales 12 también eran de agencia.

Los errores aparecieron en 37% de las piezas de género informativo (201 de 537), 45% en las interpretativas (58 de 129) y 25% en las de opinión (25 de 102), con una correlación significativa entre macrogénero y usos incorrectos χ2 (2, N= 768) = 10.3, p< .05. Los términos utilizados con asociación significativa fueron “virus” (n=42) y “portador” (n=61), ambos en piezas informativas.

Los errores de selección léxica tuvieron una relación significativa con el registro lingüístico χ2 (1, N= 768) = 10.8, p< .05. En proporción, se encontraron más errores en las piezas divulgativas (57%, 34 de 60) que en las informativas (35%, 250 de 708). Los términos que se correlacionaron con el registro informativo son: “virus” (32), “portador” (68), “infectado” (19), “morir de sida” (16) y “fármacos contra el sida” (4).

En 40 piezas se usaron adjetivos, principalmente para referirse al vih/sida (29 piezas) que variaron si se trataba como macroproceso (epidemia) o como microproceso (forma en que cada individuo experimentaba la enfermedad). En estos casos las informaciones del nivel macro estuvieron acompañadas de calificativos pesimistas como grave, “imparable o descontrolada”; cuando se trató en el nivel micro se asocia con “trágicos sufrimientos”, “mal incurable”, “enfermedad de alto costo” y en el sistema de salud mexicano se le clasifica como “enfermedad catastrófica”. Al vih se le llamó “silencioso” o se le relaciona con “devastadores efectos”, o como un “aliado poco convencional”, ambos adjetivos fueron utilizados en la información sobre una investigación en la que se modificó el virus para tratar la leucemia.

En 7 ocasiones se aplicaron adjetivos al sujeto de la pieza informativa, algunos son: “esquelético”, “figura de miedo” o “cadavérico” –para referirse a la apariencia de un boxeador que murió a consecuencia del sida y a un actor que interpretará a uno de los primeros infectados–; cuando se refieren a la vacuna contra el vih se dice la “anhelada cura del sida”. En cuanto a los grupos de la población se utilizaron en 5 piezas adjetivos como: “vulnerables” o “ninguneados” para referirse a pvv, “empecinados” para los activistas, y “vidas esperanzadoras” para los niños con vih.

 

Discusión

 

Quizás el hallazgo más relevante en cuanto a los flujos informativos es la estacionalidad de la información; el evento marca la agenda, en este caso principalmente el primero de diciembre, Día Mundial del Sida, conclusión a la que ya se había llegado en las oleadas anteriores. En México podemos agregar otra fecha en la que se incrementa la producción periodística sobre este tema, el 13 de febrero, Día Internacional del Condón.

La autoría de las piezas propone tres puntos de reflexión, en primer lugar nuestros datos evidencian que la mayoría de las informaciones sobre salud son firmadas por mujeres, a quienes se les asigna al mismo tiempo la responsabilidad de cubrir otros temas como educación, cultura o sociedad o bien la cobertura de las llamadas “noticias soft”; esta información coincide con el reporte de Macharia, O’Connor y Ndangam (2010) y con los resultados encontrados en las oleadas españolas y dominicana.

En segundo lugar, como se ha expuesto desde los resultados de la segunda oleada, existe un número limitado de periodistas que cubren con frecuencia temas de salud, y por lo tanto la mayoría de las noticias son escritas por redactores que no están especializados en estos temas, lo que repercute en la calidad de la información, en el tipo de enfoque que se le da a las historias presentadas y en la predominancia de ciertas fuentes en detrimento de una perspectiva más diversa, en este caso de la epidemia del vih. En este sentido, Díaz (2013) propone aumentar la
especialización en comunicación y salud y recuperar las buenas prácticas periodísticas, como el contraste de las fuentes y la consulta a expertos para garantizar el buen tratamiento informativo y evitar prejuicios y representaciones estigmatizadoras.

En tercer lugar, detrás de las notas firmadas por La Redacción podemos encontrar que se trata de traducciones de reportes generados en agencias informativas o transcripciones textuales de boletines de prensa de dependencias del sector salud, a las que no se les cita adecuadamente como fuente y en las que los redactores no amplían la información para situarla en su contexto social o bien complementarla con aquella procedente de distintas fuentes, dando así a las piezas un carácter más oficialista y menos crítico.

Como en las investigaciones anteriores, prevalece el registro informativo y hay un número muy bajo de piezas divulgativas, quizá debido a que se considere que se ha dicho todo sobre el vih/sida o por pensar que solo los temas biomédicos valen para ser divulgados. Coincidimos con Agüero Aguirre (2010) en que para difundir más información de corte científico son recomendables los géneros interpretativos, sobre todo si son escritos por periodistas que dominen el tema. El género interpretativo requiere de mayor elaboración, conocimiento del tema y espacio, por lo que su uso dependería del interés que pueda tener el medio por el tema vih/sida.

Concordamos con Arellano (2008) en que parte de la estigmatización del vih/sida es consecuencia del manejo superfluo del tema en los medios de comunicación, pero que esta responsabilidad también recae en los funcionarios públicos que omitieron desplegar programas permanentes de divulgación e información científica, campañas y programas de educación sexual.

En las piezas periodísticas se habla con más frecuencia de las pvv y de los hsh. Esta falta de visibilidad en los medios de otros grupos de la población puede contribuir a la construcción de “protecciones imaginarias”, que se dan cuando las personas se sienten poco o nada vulnerables porque no se reconocen –o a sus parejas– como pertenecientes a un grupo con prácticas de riesgo (Estrada, Magis & Bravo, 2006).

En el caso de las personas que se dedican al sexo comercial, se habla más de mujeres en las piezas informativas que de hombres, a pesar de que según estadísticas del Censida (2012) la seroprevalencia en mujeres trabajadoras sexuales es de 0.68%, mucho menor de lo que se pudiera pensar, y en hombres es de 18.24%. Entre la población trans, la seroprevalencia es de 15.95%. Lo anterior nos indica que hay una sobreexposición que tiende a la estigmatización de las sexoservidoras, y una ausencia de información para las personas travestis, transgénero y transexuales que comúnmente se estudiaban dentro del grupo de los hsh. Coincidimos con Davenport (2006) en que la perspectiva homosexual del vih/sida ha dejado algunas lagunas –agregamos nosotros informativas– en los sectores más vulnerables a la epidemia.

Es necesario incrementar la participación de los afectados y organizaciones de la sociedad civil como fuentes para situar a las personas como protagonistas en la atención de la salud y la construcción de políticas públicas, más que como simples receptores de cuidados del sistema sanitario. Las organizaciones de la sociedad civil deben ser vistas también como el vehículo que muchas veces da voz indirecta a los afectados que a consecuencia del estigma interno y el temor a ser discriminados no se atreven a aparecer en los medios de comunicación.

El hecho de que en solo 6% de las piezas relacionen al vih/sida con la muerte o aborden el fenómeno de manera pesimista indica que es posible hablar en términos neutros y cumplir en parte con una de las recomendaciones de la Unicef (2010) que recomienda evitar los mensajes pesimistas relacionados con la muerte que conllevan a la desmovilización y colocan a las pvv en una posición indefensa. Lo que falta, aún más, es un enfoque propositivo e inclusivo, que presente, además del problema, posibles soluciones, así como las políticas y programas exitosos. Además de que –como comenta Arellano (2008)– se difunda que vivir con vih, bajo un tratamiento integral, no invalida de ninguna manera un proyecto de vida.

Otra recomendación de la Unicef (2010) es que las informaciones deben servir para desarrollar una cultura de prevención y solidaridad, evitando el uso de frases alarmantes o la exageración de estadísticas epidemiológicas que promuevan el miedo, pues podrían tener como efectos el pánico y las actitudes negativas hacia las pvv. Afortunadamente, son muy pocos casos los que incluyeron información alarmista en el periodo de estudio, por lo que podemos decir que en los medios analizados sí se tiene el cuidado en la presentación de datos que hablan del crecimiento de la epidemia con advertencias objetivas y fundamentadas.

Los resultados del análisis no nos muestran el uso malintencionado de frases estigmatizadoras, parece que los 12 casos que hemos reportado se tratan de errores periodísticos en el que los redactores han transcrito la información proporcionada por la fuente o han utilizado inapropiadamente algún término para referirse al sujeto de la información.

El uso de la sinécdoque sida radica principalmente en llamar la atención en los encabezados; algo similar se trató en los análisis de la prensa española y dominicana. En esas investigaciones también se mencionó que el uso de la sinécdoque ha ido disminuyendo con el paso de los años, pero ha aumentado el uso de vih/sida como comodín lingüístico cuando no se sabe qué término sería el correcto. La Fundéu bbva (2012) insiste en distinguir entre los términos vih y sida, además de que los medios de comunicación no deben de dar por hecho que los lectores conocen esta diferencia.

Relacionar innecesariamente al vih/sida con la muerte puede conllevar a la estigmatización; sin embargo, hay ocasiones en las que hablar de la muerte en las piezas es necesario, es decir, cuando se presentan estadísticas epidemiológicas, recuento de decesos o datos históricos de la epidemia que sean relevantes a la noticia, o bien para mencionar los riesgos de las enfermedades oportunistas para las pvv.

Las metáforas nos sirven para cristalizar ideas que por su intangibilidad no podemos evidenciar directamente, son imágenes que además de representar términos abstractos los renuevan y fortalecen en nuestro imaginario. Al referirse al vih/sida como macroproceso fueron menos frecuentes las informaciones con metáforas de plaga y contaminación.

“Plaga” es tal vez la metáfora más estigmatizadora pues se refiere a una calamidad colectiva que se inflige, o bien una enfermedad
que además de ser fatal deforma el cuerpo de quien la padece. La plaga se asocia a la pobreza, a lo primitivo y lo exótico; todavía se relaciona esta metáfora con África como continente afectado por problemas culturales que impiden la aplicación y despliegue de campañas de prevención y por carencias estructurales que impiden la distribución de servicios de salud a las
pvv.

Las metáforas bélicas promueven la estigmatización de varias enfermedades y de los enfermos; además de que no solo proporcionan una justificación convincente para un régimen autoritario y la necesidad de represión estatal y violencia como equivalente de una extirpación quirúrgica o química de las partes enfermas del cuerpo político (Sontag, 1989). Este tipo de metáforas son las que más han calado para referirse al vih/sida y aún son usadas tanto por administradores sanitarios como por pvv que se refieren a la “lucha contra el sida” en lugar de la “respuesta o atención al vih/sida” y que son reproducidas por los periodistas a pesar de las recomendaciones de la Unesco (2008), Unicef (2010) o imlas (2013).

Los errores de selección léxica se concentran en las referencias a quienes viven con el virus. Aunque se ha eliminado el uso de palabras como “sidoso”, permanecen el de “portador” del sida o del vih y el de “infectado de sida”. Los términos recomendados son “persona que vive con el vih”, “persona vih-positiva”, “persona con vih” o “persona con sida” únicamente cuando ha desarrollado el síndrome. Otros dos usos que fueron frecuentes son el de “padecer” y “padecimiento”, que etimológicamente provienen de sufrir o sentir en exceso. Hay que recordar que quien vive con vih no necesariamente se percibe como enfermo, y que su capacidad de actuar y vivir con la enfermedad no disminuye.

En las oleadas anteriores se suponía que los errores se concentrarían en el macrogénero y el registro lingüístico informativo, pues requieren menos especialización y dedicación de tiempo en su producción. En este análisis los errores más comunes –“virus”, “portador” e “infectado”– se concentraron en el macrogénero y el registro lingüístico informativo. Aunque en el macrogénero interpretativo hubo
más errores en proporción con los otros géneros, los términos incorrectos utilizados no son repetitivos, lo que indica que cuando se abordan más facetas del problema es más común caer en algún tipo de error. Los errores que aparecen en piezas de divulgación en cantidad son menos que en las de registro informativo; sin embargo, la proporción de errores es muy alta cuando no deberían de aparecer términos inapropiados en este tipo de piezas.

En el caso de la prensa mexicana, el tiempo de producción que requieren los macrogéneros interpretativo y de opinión y el registro divulgativo no garantiza que no aparezcan términos incorrectos. En cuanto a la autoría, establecer esta relación entre especialización y ausencia de error es difícil, pues son muy pocos los redactores especialistas en salud, incluso los reporteros que más escriben sobre el tema presentan errores en promedio en 40% de sus notas.

Sontag (1989) escribió que el hecho de que una enfermedad sea mortal no es en sí misma suficiente causa de terror, más bien son las ideas metaforizadas y adjetivadas que se tengan de ella. Ahora en el caso del sida, que en algunos sectores médicos y científicos ha pasado de ser enfermedad terminal a crónica, han quedado atrás los adjetivos atemorizantes relacionados con el aspecto de los enfermos. Estos apelativos tal parece que ahora solo se utilizan en las crónicas sobre el inicio de la epidemia como referencia a quienes murieron en los primeros años a causa del sida. También han desaparecido de los medios de comunicación los calificativos a la conducta de quienes están infectados; ya no se habla de comportamientos desordenados o inmorales.

 

Conclusiones

 

Como conclusión tenemos la necesidad de que los periodistas que cubren temas de salud se especialicen más y sean rigurosos en el uso de términos relacionados con el vih/sida para que no se sigan difundiendo involuntariamente ideas estigmatizadoras y así cambiar las percepciones sobre las posibilidades que se tienen al vivir con vih.

La preocupación constante por informar adecuadamente sobre el vih/sida seguramente nos ha dejado lecciones que no son exclusivas de este tema y que se pueden extrapolar a otros casos para reducir la violencia simbólica que sufren las personas que viven con cualquier enfermedad o discapacidad.

En cuanto a la estigmatización explícita, encontramos que ha disminuido considerablemente en el discurso periodístico. La información que los medios de comunicación ofrecen en cuanto a la cobertura universal del tratamiento de las pvv, la investigación científica, las campañas de prevención y los testimonios de los afectados han permitido eliminar algunos mitos relacionados con el vih y desvincular, en cierta medida, al sida de la muerte.

La estigmatización intrínseca queda manifiesta en la escasa participación que tienen las pvv y afectados en la producción de noticias, por temor a ser identificados con repercusiones negativas en su vida laboral y social. Aunque es destacable el trabajo de las organizaciones de la sociedad civil como mecanismos que dan voz a los afectados, quedan pendientes de difundir entre otros temas: a) la prevención y la educación sexual utilizando un lenguaje claro y preciso sin tendencias moralistas o de normalización, esto con el fin de erradicar los estigmas asociados a la diversidad sexual; b) las opciones de tratamiento que tienen las pvv; c) las formas que tienen para defender sus derechos las pvv o sus allegados cuando son víctimas de discriminación, así como las instituciones y organismos en las que pueden encontrar diversos apoyos para mantener su tratamiento y mejorar su calidad de vida.

Para finalizar, tenemos que reconocer que en México ha habido avances en el manejo periodístico del vih/sida. Aunque en esta investigación no tenemos series de datos para poder decir si se escribe mejor que hace años, podemos utilizar como referencia los análisis de contenido de otros autores que señalan que las expresiones peyorativas, las frases estigmatizadoras y el sensacionalismo están cada vez menos presentes en los medios de comunicación. Ha habido avances significativos como tendencia global a escribir mejor sobre el vih/sida, aunque queden varios aspectos manifiestamente mejorables en cuanto a la cobertura de información científica y una mejor selección léxica siguiendo las recomendaciones de los organismos internacionales y asociaciones de periodistas.

 

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Fecha de recepción: 10/04/14. Aceptación: 30/06/14.

1 Universidad Autónoma de Coahuila. México.

Correo electrónico: miguelsanchez@uadec.edu.mx

Carretera a Zacatecas Km. 2, C. P. 25000; Saltillo, Coahuila. México.

2 Universidad Autónoma de Barcelona, España.

Correo electrónico: JoseLuis.Terron@uab.cat

Edifici N. Campus uab. 08193; Cerdanyola del Vallès, Barcelona, España.

3 Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, México.

Correo electrónico: jclozano16@gmail.com

Av. Eugenio Garza Sada 2501 Sur, Col. Tecnológico, C. P. 64849; Monterrey, Nuevo León, México.

4 En Francia, Bernard-Steindecker y Chevallier-Schwartz (1996); en Estados Unidos, Schwartz y Murray (1996); en Australia, Lupton (1994); en Portugal, Ponte (2004); en Colombia, Márquez Valderrama (2008); en Argentina, Kornblit, Beltramino, Jones, Pérez y Verardi (2003); en Nicaragua, Madrigal Vílchez (2000); en Guatemala, González Domínguez (2005).

5 El sida es un conjunto de síntomas que sobreviene cuando la infección por el vih ha deteriorado el sistema inmunitario de una persona. Quien vive con
el
vih presentará anticuerpos contra el virus, pero tal vez no manifestará síntomas o enfermedades características del sida (Unesco, 2008).

6 Mediante esta técnica de investigación se analiza la frecuencia de aparición y uso de ciertas categorías de significados con el propósito de identificar aspectos particulares del mensaje y calcular su significado relativo en el significado general del texto analizado. La técnica permite al investigador revelar significados equivalentes a los que un lector obtendría del mismo texto (Scott, 2006). Sin embargo, hay que tomar en cuenta que los textos no son piezas objetivas y son polisémicos, también que los significados que evocan no necesariamente son compartidos entre los productores y sus lectores, y que se refieren a realidades que existen fuera del texto (Krippendorff, 2004), por lo tanto los resultados obtenidos mediante un análisis de contenido deben ser tamizados y contextualizados.