¿Quién le teme a Facebook?
Frida V. Rodelo1
Corona Berkin, S. & González Ponce, C. (Coords.). (2015). Trucos para el maestro. Cómo utilizar la tecnología en el aula. México, D. F.: Amaquemecan, 271 pp.
Comenzaré con un lugar común: los jóvenes –y también los adultos– pasan cada vez más horas frente a las pantallas; nosotros mismos, profesores, pasamos cada vez más horas frente a pantallas. Los seres humanos vivimos más inmersos en una realidad asistida o mediada por nuevos aparatos y procesos tecnológicos, o como reza una nueva metáfora: en nuestro cambiante ecosistema mediático pululan en coexistencia viejos y nuevos medios con quienes establecemos relaciones cada vez más estrechas.
Parece claro que resultan pertinentes, no uno, sino muchos manuales y discusiones que nos guíen en el uso óptimo de las tecnologías en la enseñanza. En la actualidad ha cobrado importancia la consigna de alfabetizar, ya no únicamente en el lenguaje, sino en los usos de la información, la tecnología y los contenidos de los medios. Como parte de lo anterior, también se torna apropiado reflexionar acerca de cuál es la naturaleza de los cambios abruptos que vivimos y seguiremos viviendo, y sobre las maneras de sacar provecho de las innovaciones tecnológicas evadiendo sus perjuicios –y también los prejuicios.
En este terreno aparece el libro colectivo Trucos para el Maestro. Cómo Utilizar la Tecnología en el Aula; pero permítanme antes de hablar sobre este, una breve desviación: la doctora Sarah Corona, una de las coordinadoras de esta obra, comenta cómo su libro No sólo para Envolver Sirve el Periódico (1983) fue durante tres décadas todo un hit que propiciaba la impartición de talleres para profesores. Su gran sorpresa, nos revela, fue cuando después de tantos años de éxito un día no se presentó ni una sola inscripción al taller. Afortunadamente la explicación no se halló en el desinterés por los relatos sobre el acontecer, según descubrió la autora, sino más bien en el hecho de que “las noticias se han apoderado del mundo digital y, para quienes saben usarlo, están a la mano día y noche” (p. 34). En otras palabras, la vieja tecnología, el periódico impreso, coexiste con muchas nuevas tecnologías que provocan grandes ansiedades en los profesores.
Las “filias y fobias” hacia la tecnología y las concepciones erróneas acerca de las capacidades de los “nativos digitales” (p. 7) –como si literalmente los jóvenes “vinieran con un chip”, como se dice vulgarmente– forman parte de las congojas del profesorado, las cuales merecen amplia discusión y reflexión dentro de las comunidades académicas. Parece que esta situación es lo que motivó a las profesoras Corona y González a convocar a un grupo de maestros dispuestos a revelar sus trucos para introducir y usar diferentes tecnologías dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje.
En cada capítulo, los autores nos exponen su propuesta de apropiación tecnológica para el uso educativo, la cual suele incluir una breve introducción acerca de los antecedentes de la tecnología o propuesta de uso, su objetivo pedagógico, sus beneficios y riesgos, pasos ilustrados con capturas de pantalla, consejos y variantes de uso. Las propuestas de apropiaciones de tecnologías incluyen la utilización de grupos de Facebook, Twitter, fotografías, audiovisuales, memes, noticias y gestores de cursos.
Pero no se asusten, pues Trucos para el Maestro no es un libro que intente convencernos de que la tecnología es la panacea. Más bien, a cada momento los autores nos recuerdan que la tecnología no debe ser el fin sino un medio. Para ilustrar lo anterior tenemos como ejemplos los pintarrones electrónicos que aparecen de un día para otro en nuestras aulas sin que se nos enseñe a los profesores cómo usarlos; la percepción de fracaso del enorme programa Enciclomedia, así como la constante promoción de la creencia de que los estudiantes van a aprender mejor si tienen tabletas (sin que quede esclarecido de qué manera se vincula la tableta con los objetivos de aprendizaje).
La tecnología por sí sola no parece ser un elemento relevante en la mejora del aprovechamiento escolar. Más allá de las anécdotas, me gustaría comentar el enorme trabajo de Hattie (2009), quien publicó un metaanálisis de 800 metaanálisis de efectos de diferentes factores en el aprovechamiento de estudiantes. Un estudio, pues, parecido a los que tanto se publican en medicina para determinar los efectos terapéuticos de diferentes intervenciones. Los estudios incluidos por Hattie tomaban como variables independientes rasgos relativos a las escuelas, pasando por las características de los propios estudiantes, de los profesores y de sus estrategias y modelos educativos (entre estos, el uso de ciertas aplicaciones tecnológicas).
La primera conclusión de Hattie es que “los profesores son una de las más poderosas influencias en el aprendizaje” (2009, p. 238); repito: los profesores –más que la escuela, la tecnología y la currícula, que son los otros aspectos sobre los cuales podemos intervenir como profesores, administrativos y padres de familia–. Así, para resumir sus hallazgos, Hattie concluye que los maestros deben estar al pendiente “de lo que cada estudiante piensa y aprende, para construir significados y experiencias significativas a la vista de este conocimiento ...” (p. 238).
El uso de tecnología no debe convertirse en un énfasis que ponga en segundo plano el importante papel del profesor dentro del proceso de aprendizaje. La tecnología debe más bien colocarse al servicio del profesor, ya sea para incrementar las capacidades del docente –es decir, sus capacidades de gestión, comunicación, entendimiento y empatía con los jóvenes– o las de los propios estudiantes, pues aprender el uso adecuado de las tecnologías debe formar parte de su currículum.
De lo anterior podemos concluir que la tecnología tampoco es el demonio ni la causa de nuestros males educativos. Entre otras cosas, Trucos para el Maestro nos insiste en que habrá que superar los miedos y fobias: por un lado, en realidad, ya usamos muchas de estas tecnologías (véase Tabla 1); por otra parte, los estudiantes son usuarios asiduos mas no expertos: como ya vimos, perfeccionar el uso de una tecnología es en sí misma una competencia que prepara al estudiante para la vida.
Finalmente, es sano explorar las posibilidades de estas tecnologías. Como menciona Dassaev García con referencia a una de las plataformas, “sería un desperdicio no tomar ventaja de ella para impulsar atención, motivación, participación y creatividad entre los estudiantes” (p. 140).
Pero, ¿cuál tecnología? Me parece útil distinguir entre tres aspectos diferentes, pero que solemos confundir, relacionados con las tecnologías.
Si palomeamos a la izquierda de las que hemos usado veremos –como nos dicen en uno de los capítulos de Trucos para el Maestro– que muchas tecnologías no son ni tan nuevas ni tan desconocidas: en realidad ya las hemos usado y apropiado dentro y fuera del aula en muchas ocasiones. Probablemente lo que nos hace falta es analizar detenidamente nuestra práctica para mejorarla: ¿qué es lo que hacemos y para qué?, ¿se corresponde nuestra práctica con la competencia que deseamos que nuestros estudiantes desarrollen?, ¿de qué otras maneras podemos hacerlo?, ¿cómo podemos hacerlo menos complicado?
Para lograr esto último sirve Trucos para el Maestro, libro del que únicamente extrañé la ausencia de un capítulo que funja como marco conceptual para relacionar las diferentes tecnologías reseñadas de acuerdo con criterios tales como sus orígenes, usos y posibles objetivos de aprendizaje.
Bibliografía
Corona Berkin, S. (1983). No sólo para envolver sirve el periódico. Su uso didáctico. México: Terra Nova.
Hattie, J. (2009). Visible learning. Londres, Inglaterra/Nueva York, ee.uu.: Routledge.
1 Universidad de Guadalajara, México.
Correo electrónico: viri.rodelo@gmail.com