Resumen

El objetivo de este artículo es analizar las resistencias abiertas y encubiertas de las y los periodistas. A partir de la tipología de la resistencia de Hollander y Einwohner (2004), así como trabajo de campo en una de las capitales del periodismo mexicano, Tijuana, se examinan cuatro tipos de resistencias: 1) a las relaciones de deferencia, 2) al bloqueo de información, 3) a las cargas de trabajo, y 4) a la censura editorial. Estas estrategias se intercalan y permiten lo que las estructuras organizacionales con frecuencia impiden: un periodismo de investigación e impacto social.

Resumo

O objetivo deste artigo é analisar a resistência aberta e encoberta dos jornalistas. Com base na tipologia de resistência de Hollander e Einwohner (2004), bem como no trabalho de campo em uma das capitais do jornalismo mexicano, Tijuana, são examinados quatro tipos de resistência: 1) às relações de deferência; 2) ao bloqueio de informações; 3) às cargas de trabalho; e 4) censura editorial. Essas estratégias se intercalam e permitem o que muitas vezes as estruturas organizacionais impedem: jornalismo investigativo e de impacto social.

Palabras Clave:
    • Periodismo;
    • periodistas;
    • poder;
    • resistencia;
    • Tijuana.
Palavras-chave:
    • Jornalismo;
    • jornalistas;
    • poder;
    • resistência;
    • Tijuana.

Introducción

Durante los últimos sexenios, los estudios sobre el periodismo mexicano han concentrado su atención en la violencia que perciben, experimentan y reportan las y los periodistas de este país (Del Palacio, 2018; González de Bustamante & Relly, 2021; Reyna, 2014). Un resultado que suelen compartir estos trabajos es que la censura y autocensura han emergido como los mecanismos a los que comúnmente recurren las y los profesionales de este campo para protegerse a sí mismos y continuar produciendo noticias (González, 2021; Hughes & Márquez-Ramírez, 2017; Salazar, 2012).

También hay evidencia de que la comunidad de periodistas suele interpretar los asesinatos de sus colegas como un llamado a seguir en el periodismo para evitar el triunfo del silencio; es decir, aunque hay profesionales que se alejan del periodismo para intentar reducir su riesgo, también hay quienes no lo hacen (González & Reyna, 2019). Para explicar este fenómeno, las y los estudiosos del periodismo mexicano han abierto una línea de investigación sobre resistencia y resiliencia (Del Palacio, 2020; González de Bustamante & Relly, 2021; Hughes et al., 2021).

Este artículo pretende contribuir a esta línea de investigación mediante un análisis centrado en las resistencias cotidianas que las y los profesionales de este campo realizan, no en respuesta al riesgo, sino a los obstáculos que encuentran al intentar practicar el periodismo que idealizan. A partir de la tipología de la resistencia de Hollander y Einwohner (2004) y el trabajo de campo en una de las capitales del periodismo mexicano, Tijuana,3 se estudia cómo un grupo de periodistas apela a resistencias abiertas y encubiertas para desarrollar trabajos de largo aliento e impacto social.

Resistencia y resiliencia en los estudios sobre el periodismo mexicano

El interés académico en la resistencia y resiliencia de las y los periodistas mexicanos es reciente. Nuestra revisión de los antecedentes de investigación lo ubica a mediados de la década de 2010. Por una parte, Castillo (2015) presenta una ponencia sobre cómo son resistidas las mujeres en los puestos directivos de los periódicos de Chihuahua. Mientras que González de Bustamante y Relly (2016) y Choice (2016) definen como resiliencia comunitaria a las redes de colaboración y apoyo que permiten a las y los profesionales del periodismo de la frontera norte de México perseverar a pesar del trauma.

En este cuerpo de trabajos predomina la entrevista como técnica de investigación, pues se parte del supuesto de que la violencia que perciben, experimentan y reportan las y los periodistas de México se puede entender de mejor manera a partir del punto de vista de sus protagonistas. Hay estudios que enfatizan tácticas de resistencia como el periodismo de colaboración (Díaz-Cerveró & Barredo, 2020) o el desafío de las normas jurídicas (Díaz-Cerveró et al., 2021), así como el papel de las identidades profesionales en la resistencia a renunciar al periodismo (Hughes et al., 2021).

En el mismo sentido, más allá de la violencia originalmente vinculada a la cobertura del crimen organizado, la entrevista es la técnica preponderante en las investigaciones sobre la resistencia simbólica a las normas organizacionales (Meza & Enríquez, 2018) e incluso en las centradas en la resistencia de las mujeres periodistas al acoso laboral y sexual (Manjarrez Peñúñuri & Zúñiga Elizalde, 2018; Puente, 2021). En otras palabras, la noción de resistencia y la técnica de la entrevista han sido empleadas para examinar tanto la resistencia al cambio como la resistencia a tal resistencia.

En los análisis textuales sobre la resistencia y la resiliencia de las y los periodistas mexicanos se innova al presentar objetos de estudio que trascienden lo testimonial para enfocarse en su materialización escrita. En el caso de Alonso (2018), estudia cómo Anabel Hernández, Marcela Turati y Lydia Cacho apelan a recursos narrativos centrados en las víctimas de la violencia para resistir a su normalización, mientras Del Palacio (2020) observa cómo las y los reporteros de Veracruz desarrollan resistencias simbólicas desde sus relatos al combatir la revictimización de sus colegas asesinados.

No obstante la relevancia de estos estudios y su contribución a iluminar aspectos otrora opacados por el énfasis en la censura y la autocensura, una de sus limitaciones es que aún no han explorado cómo se expresa la resistencia en las prácticas periodísticas cotidianas, más allá de la violencia o el acoso laboral y sexual. Ello puede dar a entender que las y los profesionales de este campo solo oponen resistencia a los obstáculos que les presentan las distintas formas de violencia. Como exponen Meza y Enríquez (2018), esto también se puede exhibir en el ámbito organizacional y merece mayor atención.

Ante este vacío, el presente artículo propone identificar cuáles y cómo son las estrategias de resistencia cotidiana que las y los periodistas tienden a poner en práctica en respuesta a los obstáculos societales, institucionales y organizacionales que suelen encontrar al intentar realizar el periodismo que idealizan. Para tales efectos, el siguiente apartado presenta un marco conceptual que establece un vínculo entre los conceptos de resistencia y poder. Interesa no solo analizar las resistencias en el periodismo de Tijuana, sino redimensionar su teorización.

Resistencia y poder en la producción de noticias

En sociología, el concepto de resistencia es inalienable al de poder. Sin embargo, esta relación es compleja, pues ambas nociones han sido definidas de manera ambigua para ser tanto antónimas como sinónimas. En su conceptualización clásica, poder es antónimo de resistencia porque significa: “la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda resistencia” (Weber, 2014, p. 159). En contraste, en su definición contemporánea, es una suerte de sinónimo: una “capacidad de intervenir en un estado de cosas dado para alterarlo a conveniencia” (Bruce & Yearley, 2006, p. 241).

Pensar al poder como “la capacidad que poseen los individuos o los grupos para conseguir sus objetivos o para promover sus intereses, incluso frente a la oposición o la resistencia” (Giddens & Sutton, 2015, p. 317), en lugar de la concepción weberiana del poder coercitivo o la foucaultiana que relativiza la desigualdad, permite examinar su acumulación y puesta en práctica. Esto es relevante porque abarca tanto al poder coercitivo (que se ejerce de arriba hacia abajo), como al poder subversivo (que se ejecuta de abajo hacia arriba), al mismo tiempo que interroga cómo son posibles y consumados.

Este artículo está enfocado en el poder subversivo que las y los periodistas ponen en práctica a manera de resistencia al poder coercitivo de actores externos e internos del periodismo. Se entiende a la resistencia como una variable dependiente del poder, no solo porque se articula en oposición a algún individuo, grupo o cultura dominante, sino porque requiere cierta acumulación de poder para materializarse. Dicho de otra manera, el poder es una precondición de la resistencia: sin él, por más mínimo que sea, no se puede oponer resistencia.

Ese poder subversivo, que corre de abajo hacia arriba, ha sido el objeto de estudio de Scott (1985). Para él, son tan importantes los actos de sublevación de quienes intentan aliviar su opresión aprovechando los intersticios dejados por el sistema como su carácter reiterativo y cotidiano. Por esta razón denomina a ese tipo de oposición como resistencia cotidiana, estableciendo una clara distinción frente a formas de resistencia macrosociales e intermitentes. Esta idea es complementada por Vinthagen y Johansson (2013), quienes argumentan que las resistencias cotidianas son, ante todo, escondidas y disfrazadas.

Para refinar la conceptualización de la resistencia, Hollander y Einwohner (2004) han generado una tipología que clasifica la oposición al poder coercitivo según las intenciones de quienes la ejercen y su reconocimiento por parte de sus blancos (targets) u observadores. En este sentido, describen resistencias abiertas, encubiertas, involuntarias, definidas por el blanco, definidas de manera externa, perdidas, intentadas, y sin resistencia. Para los efectos de este artículo, interesa analizar las primeras dos: las abiertas y las encubiertas (Tabla 1).

Resistencias abiertas y encubiertas
Tipo de resistencia ¿El acto es concebido como resistencia por sus actores? ¿El acto es reconocido como resistencia por su blanco? ¿El acto es reconocido como resistencia por observadores externos?
Resistencia abierta
Resistencia encubierta No

Las resistencias abiertas son intencionales y visibles para sus blancos. Se pueden articular de diversas maneras, desde manifestaciones en el espacio público hasta la toma de posiciones en los medios masivos y las redes sociales. En contraste, las resistencias encubiertas también son intencionales, pero se distinguen por ser sutiles y con frecuencia irreconocibles para sus blancos, aunque sí son reconocibles para observadores externos. Si bien ambas son intencionales, se diferencian en términos de estrategia con respecto a sus objetivos por factores institucionales, organizacionales e individuales.

Esta división entre resistencias abiertas y encubiertas aporta una nueva manera de conceptualizar la oposición al poder en los estudios sobre el periodismo mexicano. Su objetivo no es solo identificar cómo resisten las y los periodistas, sino analizar por qué lo hacen, así como describir sus alcances y limitaciones. Este marco conceptual permite entender de mejor manera cómo estos actores intervienen en su ámbito profesional para intentar alterarlo conforme a sus ideales. En particular, interesa examinar cómo estas resistencias son internalizadas y se integran al proceso de producción de noticias.

En contraste con los estudios previos, se propone trascender la caracterización de la resistencia en el periodismo mexicano entendida como un mecanismo para mantener el estado actual de las cosas, para “aguantar” o “soportar” la opresión, y redimensionarlo como un dispositivo orientado al cambio social, institucional y organizacional. Es por ello que este artículo no se conforma con examinar cómo las y los periodistas, en este caso de Tijuana, oponen resistencia para cubrir sus cargas de trabajo, sino cómo ejercen este poder para producir un periodismo de largo aliento e impacto social a pesar de los obstáculos.

Con la intención de profundizar en el análisis, se clasifican las resistencias abiertas y encubiertas conforme a la forma de poder coercitivo a la que responden: 1) relaciones de deferencia, 2) bloqueo de información, 3) cargas de trabajo, y 4) censura editorial. Estas formas de poder coercitivo se presentan como obstáculos en la puesta en práctica de los ideales profesionales y deben ser resistidas para alcanzar el objetivo de producir un periodismo sustantivo. Se mostrará cómo estas estrategias se intercalan para permitir lo que las estructuras institucionales y organizacionales procuran impedir.

Diseño metodológico

Este artículo pretende dar respuesta a la siguiente pregunta de investigación: ¿cuáles y cómo son las resistencias abiertas y encubiertas que las y los periodistas ponen en práctica en respuesta a los obstáculos institucionales y organizacionales que encuentran al intentar practicar el periodismo que idealizan?

El análisis se basa en evidencia empírica recabada a través de un trabajo de campo en el que se realizó observación participante, entrevistas en profundidad y un grupo focal en Tijuana, entre abril de 2018 y enero de 2019. El corpus incluye información recabada de manera independiente por ambos autores en la misma ciudad desde 2010.

El artículo ha sido ideado como un estudio de caso sobre un fenómeno emergente que observamos en nuestros respectivos acercamientos al periodismo tijuanense durante la última década. Como plantea Gerring (2017), un estudio de caso no se caracteriza por generalizar, sino por particularizar en individuos o grupos específicos. Esto hace que el muestreo aleatorio carezca de sentido, pues se busca hacer énfasis en quienes viven el fenómeno que interesa explorar de manera particular, precisamente para adquirir nuevas perspectivas sobre una materia poco estudiada.

Seguimos la estrategia de estudio de caso típico al enfocarnos en la jornada laboral de dos profesionales del periodismo empleados como reporteros, un hombre y una mujer, que se desempeñan en diferentes organizaciones periodísticas. También se observó de manera focalizada el proceso de producción de noticias de una tercera organización. Esta selección no busca ser representativa del periodismo de Tijuana, sino examinar de manera detallada cómo ciertos periodistas empleados como reporteros de nota diaria oponen resistencia para generar un periodismo que se aproxime a sus ideales.

La observación participante estuvo centrada en las interacciones dentro y fuera de las salas de redacción de nuestros sujetos de estudio, haciendo énfasis en sus resistencias cotidianas. Al concluir esa fase del trabajo de campo, se realizaron dos tipos de entrevistas para dotar de mayor soporte empírico a nuestro estudio de caso: 1) una entrevista grupal mediante la técnica de grupo focal con cuatro profesionales que publican reportajes a pesar de estar contratados como reporteros de nota diaria; y 2) entrevistas individuales en profundidad con otros cuatro periodistas. Se recogieron testimonios de una decena de periodistas.

En la primera fase, el muestreo fue de conveniencia porque los dos periodistas seleccionados nos permitían acompañarlos y observarlos desde el inicio y hasta el final de su jornada laboral. En la segunda fase se eligió un muestreo en cadena, mejor conocido como bola de nieve, para que nuestros sujetos de estudio nos guiaran a otros colegas suyos que se pudieran interesar en reflexionar sobre poder y resistencia en el proceso de producción de noticias. Consideramos que alcanzamos una saturación de la información cuando los testimonios comenzaron a ser reiterativos.

Desde que, en la década de 1980, el semanario político Zeta decidió imprimir sus ejemplares en Estados Unidos para desafiar el monopolio de la paraestatal Productora e Importadora de Papel, S. A. (PIPSA), el periodismo tijuanense se ha caracterizado por oponer resistencia al poder coercitivo. Esta impronta hace de sus periodistas los sujetos de estudio idóneos para una investigación sobre resistencias abiertas y encubiertas en la producción de noticias. Además de poner a prueba la tipología de Hollander y Einwohner (2004), nos interesa caracterizar formas de resistencia específicas del periodismo.

Todos los testimonios aquí presentados aparecen de manera anónima para evitar sanciones a nuestros sujetos de estudio. A grandes rasgos, son periodistas jóvenes, pero con más de una década de experiencia laboral, que se han desempeñado en medios audiovisuales, multimedia e impresos de Tijuana. Algunos colaboran o han colaborado con organizaciones periodísticas de otras ciudades, estados o países en la modalidad de freelance, como complemento salarial y desafío profesional. Las organizaciones periodísticas que los emplean son de carácter corporativo.

Resistencia a las relaciones de deferencia

Las interacciones entre periodistas y fuentes de información están atravesadas por lo que Foucault (1999) define como relaciones de poder; es decir, por “juegos estratégicos entre libertades” en los cuales “unos tratan de determinar la conducta de otros, a lo cual estos últimos responden tratando de no dejar determinar su conducta o tratando de determinar a su vez la conducta de los primeros” (p. 414). En estas interacciones, las y los reporteros influyen en sus fuentes desde que las observan o entrevistan, pero también son influidos cuando son instrumentalizados para transmitir cierto mensaje a la sociedad.

En las interacciones con fuentes de información gubernamental y representantes de partidos políticos predominan las relaciones de cortesía que frecuentemente derivan en relaciones de dependencia, amistad y deferencia (Merchant, 2021). Conscientes de que la clase política ejerce este poder coercitivo de manera sutil sobre el periodismo para marcar su agenda, desde la década de 1970, las organizaciones periodísticas de México han normado las relaciones prensa-poder mediante distintas narrativas de modernización (Reyna et al., 2020).

Aunque el proyecto modernizador está en crisis, algunas de sus normas persisten. Nuestros sujetos de estudio cotidianamente se imponen a sí mismos normas para resistir la deferencia hacia los grupos de poder. Desde el reportero que no se paró de su silla para tomarse una fotografía con un deportista que “le parecía un tipo pesado” (Periodista 1, comunicación personal), hasta la reportera que desayunaba alrededor del mediodía porque “yo no como [lo] que dan en las conferencias, porque se presta a malos entendidos” (Periodista 2, comunicación personal), hay resistencias abiertas y encubiertas.

Los actos de no pararse para rendirle pleitesía a un deportista o de no comer en las conferencias de prensa son resistencias encubiertas que solo son perceptibles para observadores externos (Hollander & Einwohner, 2004). No es que el Periodista 1 le pueda decir al deportista que le cae mal, ni que la Periodista 2 llegue a las conferencias de prensa diciendo que no comerá, aunque tenga mucha hambre, pero son pequeños actos de resistencia que realizan para aliviar su opresión (Scott, 1985), ser congruentes con sus ideales profesionales y empoderarse a sí mismos al distinguirse del resto.

Estas resistencias cotidianas no siempre se expresan solo de manera encubierta. En ocasiones hay que hacerlas abiertas para que cumplan su objetivo: dejar en claro que no serán parte de la colusión entre funcionarios y periodistas. Cuenta la Periodista 2 que en una ocasión se vio obligada a regresar un pavo y una botella de vino que le llegó a su redacción como regalo de navidad de una fuente de información, excusándose al decir: “Lo que pasa es que a nosotros no nos permiten aceptar regalos; no se preocupe… nosotros no vamos a decir nada” (Periodista 2, comunicación personal).

Como parte de la cultura de la corrupción instituida por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), la clase política de México ha normalizado estrategias de soborno abierto y encubierto. Estas van desde las ya referidas relaciones de cortesía (Merchant, 2021), hasta tácticas más explícitas a través de dinero en efectivo, obsequios o ventajas con algún negocio (Márquez-Ramírez, 2014). Desde la década de 1980, con la fundación de Zeta, esto ha caracterizado a las relaciones prensapoder en Tijuana porque con cada cambio de gobierno ha sido necesario volver a marcar la línea del periodismo.

De acuerdo con la Periodista 3, quien sostiene que “prefiere no aceptar ni un café” para evitar que se lo refieran en el futuro, aún es común que funcionarios públicos saluden de mano a reporteros con un fajo de billetes, algo que siempre les resulta sorprendente e incómodo. Sin embargo, esta periodista plantea que cuando las fuentes se acostumbran a que un periodista reiteradamente rechace sus ofertas -que en Tijuana van desde un café hasta una casa- “te haces de un nombre [y] ya no te ofrecen porque saben que tú [no] eres de esa forma, y ya no tienes que lidiar con eso” (Periodista 3, comunicación personal).

Esto último advierte que las resistencias abiertas y encubiertas a las relaciones de deferencia no solo se reproducen entre periodistas, sino que también se socializan en la clase política, que entiende que no todos los profesionales tienen precio. Lejos de suponer el punto final del intento por controlar el proceso de producción de noticias desde el poder político, cuando esto ocurre comienza el bloqueo de información. Como se analiza en el siguiente apartado, también en este sentido nuestros sujetos de estudio reflexionan sobre sus resistencias antes de ponerlas en marcha.

Resistencia al bloqueo de información

Como parte del fin de la hegemonía del PRI y del inicio de la alternancia política, en 2003 se creó el Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI), actualmente Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) como un órgano autónomo para garantizar el acceso a la información pública en México. Esto transformó de manera radical la práctica del periodismo en el país -en especial el de investigación-, pues supuso un antes y un después en términos de rendición de cuentas: por primera vez, el gobierno debía transparentar su información.

No obstante, nuestros sujetos de estudio plantean que una cosa es lo que dice la ley y otra su puesta en práctica: “Se llenan la boca cuando hablan de transparencia, [pero] del dicho al hecho hay mucho trecho; [siempre ponen] a sus abogados a revisar la ley para encontrar la manera de bloquearte” (Periodista 1, comunicación personal). En este sentido, el mecanismo de transparencia se convierte en un nuevo espacio de resistencia para las y los profesionales de este campo, pues los intima a oponerse a la resistencia a acatar la ley de las autoridades.

En nuestro trabajo de campo pudimos observar estas relaciones de poder. Por una parte, la concepción weberiana del poder coercitivo se manifestó cuando el mecanismo de transparencia fue instrumentalizado para obstruir el acceso a la información pública e intentar evitar la exposición de actos de corrupción e incompetencia gubernamental. Por otra parte, la “capacidad de intervenir en un estado de cosas dado para alterarlo a conveniencia” (Bruce & Yearley, 2006, p. 241) de las y los periodistas les permitió resistir e introducir un recurso de revisión tras otro hasta lograr su objetivo:

Estuvimos batallando mucho con la Secretaría… para pedir los datos… Fue constante estar solicitando, llamadas, presiones. Fuimos con las personas de Comunicación… Me tocó hablar con el director de Comunicación Social…; le dije: “oye, solicitamos estos datos; te pido que nos apoyes…”. Y sí, batallamos muchísimo. Yo creo que unas tres semanas estuvimos insistiendo hasta que finalmente cedieron (Periodista 4, comunicación personal).

Además del mecanismo de transparencia, la clase política de Tijuana apela a otros recursos menos sofisticados para bloquear el acceso a la información. Desde demandas legales para intimidar (Periodista 5, comunicación personal) hasta enviar a experiodistas devenidos en emisarios del poder a intentar frenar reportajes con efectivo (Periodista 1, comunicación personal), sin olvidar amenazas veladas tipo “Niña, ¿por qué usted se está portando mal?” (Funcionario en Periodista 2, comunicación personal) o al directamente dejar de contestar sus llamadas telefónicas (Periodista 6, comunicación personal).

Si el recurso de revisión es el medio de resistencia ante la opacidad, en las rutinas de reporteo cotidianas se apela a otras técnicas. En un reportaje, a la Periodista 2 no se le permitía el acceso al expediente ni entrevistar a las víctimas, como marca la ley. Para sortear estos inconvenientes, ella estableció una relación de confianza (rapport) con las familias de las víctimas, logrando que estas últimas le enviaran videos en los que explicaban sus casos y luego comunicándose con ellas por teléfono. Tal resistencia fue encubierta antes que abierta porque sus blancos no la percibieron (Hollander & Einwohner, 2004).

Como las resistencias a las relaciones de deferencia, las resistencias al bloqueo de información funcionan cuando las y los periodistas son “insistentes, inquisitivos” y no se conforman “con información a medias” (Periodista 5, comunicación personal). En contraste, no es suficiente con ser reiterativas o reiterativos porque el objetivo del bloqueo es demorar lo más que se pueda una publicación potencialmente disruptiva, así como disuadir a sus autores a continuar con la misma. Es decir, aunque se hayan creado fama de insistentes, las fuentes de igual manera intentarán bloquearles la información.

Resistencia a las cargas de trabajo

Aunque producen periodismo de investigación y suelen identificarse como periodistas de investigación, la descripción del trabajo de nuestros sujetos de estudio tiende a no ser esta. Esto significa que, además de intentar generar reportajes de largo aliento, deben adaptarse a las cuotas y a los ritmos de la producción de noticias de sus organizaciones. Quienes laboran en diarios pueden tener cuotas de hasta seis notas al día, mientras que quienes lo hacen en semanarios deben producir al menos un reportaje bien documentado a la semana.

En este contexto, con una carga de trabajo saturada, no es fácil encontrar tiempo para realizar los reportajes que ellas y ellos idealizan. Para hacerlo deben recurrir a una serie de resistencias a lo que denominan como el rol de “maquilador de notas” (Periodista 1, comunicación personal). En los diarios de campo registramos que esto inducía desde una intensificación del trabajo, como cuando redactan una nota tras otra, hasta el sacrificio del cuidado personal, como cuando están en ayunas hasta el mediodía con tal de cumplir su cuota sin abandonar su ética profesional.

Una de las estrategias de resistencia a las cargas de trabajo que más llamó nuestra atención fue el intercambio de información entre colegas de distintas organizaciones periodísticas. El objetivo de esta práctica, que es encubierta para editores y directivos porque va en contra del criterio noticioso de exclusividad institucionalizado durante el proceso de modernización (Reyna et al., 2020), es reducir el tiempo dedicado a cubrir la cuota de noticias. Si se emplea de manera estratégica, puede incluso servir para ganar tiempo y ahondar en un trabajo especial:

Ve todo esto [grupo de WhatsApp de periodistas de Tijuana]. Comunicados, fotos, fotos… Mi competencia mandándome fotos y ubicaciones… De La Jornada, El Sol de Tijuana, Uniradio, El Mexicano, Telemundo, todos enviando fotos que puedo usar perfectamente. Los reporteros, tras todo esto que te he contado, estamos pasando lo mismo. No hay ningún jefe, ningún editor [en este grupo]. Esto nos facilita la vida. Todos traemos casi la misma información, todos la compartimos… Todo lo que se sube aquí es público. Porque son muchas las cargas, y no puedo andar como loco [cubriendo todo]. Desapareció lo que había antes, aquella rivalidad (Periodista 7, comunicación personal).

Este periodismo de colaboración no es el tradicional en el que periodistas de distintas organizaciones colaboran de manera abierta para desarrollar un trabajo en común, sino uno de colaboración encubierta que se vale de la complicidad entre colegas para liberarse mutuamente de tareas rutinarias. Cuando esto permite que quienes tienen la intención de generar un reportaje de largo aliento tengan el tiempo que necesitan, se sobreentiende que detrás está un esfuerzo colectivo.

Durante nuestro trabajo de campo observamos un ejemplo de la relevancia de estas resistencias cotidianas. La Periodista 2 estaba realizando una investigación sobre la trata de personas. Todos los días pasaba ocho horas frente a un hotel donde ocurría este ilícito. Se sentaba en un puesto de tacos mientras observaba cómo entraban y salían personas del hotel. Para hacer esto sin dejar de cumplir su cuota de noticias se valía del grupo de WhatsApp de periodistas de Tijuana. No era lo que ella idealizaba, pero era el único recurso que podía utilizar si quería tener tiempo para desarrollar su reportaje.

Como plantea Scott (1985), se trata de prácticas cotidianas que realizan quienes están en posiciones de subordinación para intentar aliviar -aunque sea parcialmente- su opresión al aprovechar los intersticios dejados por el sistema. Lo que se busca no es el lucimiento individual, sino el bien común al investigar asuntos de interés público que de otra manera no se publicarían. Así, esta oposición al poder coercitivo también es una forma de resiliencia colectiva (González de Bustamante & Relly, 2016), solo que enfocada en perseverar a pesar de la explotación laboral.

Resistencia a la censura editorial

En un mundo ideal, después de superar los intentos de cooptación, el bloqueo de información y encontrar resquicios en la rutina diaria para desarrollar investigaciones de largo aliento, las y los periodistas no tendrían que afrontar otro obstáculo. Después de todo, al llegar a ese punto, habrían hecho todo lo que estaba dentro de sus recursos y capacidades. Sin embargo, ese mundo ideal no existe en la mayoría de las organizaciones periodísticas que emplean a nuestros sujetos de estudio. Es por ello que deben articular nuevas resistencias, pero ahora en contra de la censura editorial.

En las salas de redacción de Tijuana comúnmente se escucha la expresión “protección de la información”. Quienes ocupan puestos de reporteros y editores procuran proteger la información que han producido -en ocasiones en condiciones adversas- de la influencia de actores externos al campo profesional del periodismo, en especial de las y los propietarios de las organizaciones. Al concebirse como actores económicos y políticos antes que como actores periodísticos, estos empresarios anteponen esos intereses a la función social del periodismo.

Esto hace que las y los reporteros tengan que ejercer su poder para presionar a sus editores y que así ellos convenzan a los altos mandos de publicar ciertos contenidos. El Periodista 8 comenta que esto ocurre con frecuencia en su organización, y que lo que sus colegas y él hacen es: “presionar a los editores [al] decirles: ‘pues todos traen la nota…; si no la sacamos, nos vamos a quedar atrás, nos vamos a quemar…’” (Periodista 8, comunicación personal). En estas circunstancias, el chantaje a partir de la competencia puede hacer que los altos mandos cedan con tal de no ser reprimidos por el público.

En este contexto, otra resistencia a la censura es cuando distintas organizaciones periodísticas se coordinan para publicar un trabajo de manera simultánea. Durante nuestro trabajo de campo, esto sucedió cuando dos organizaciones se unieron para producir y publicar un reportaje sobre las empresas fantasma del entonces alcalde. Como se temía un embate a partir de los convenios de publicidad oficial, lo que las y los editores responsables optaron por publicar de manera simultánea el reportaje para saltarse los mecanismos de control organizacional.

Pero estas estrategias no siempre son suficientes. Hay ocasiones en las que, como relató el Periodista 1, un periodista termina su jornada laboral con la certeza de que lo entregado será publicado tal cual se ha acordado con el equipo de editores, solo para encontrarse que el contenido ha sido borrado de la edición digital durante la noche y que no figura en la edición impresa, televisiva o radiofónica del día siguiente. Es ahí donde se percatan de los alcances y las limitaciones de su ejercicio de poder en el entorno organizacional.

En los casos en los que las presiones hacia adentro y afuera de la organización no funcionan, una tercera vía a la que recurren las y los periodistas que hemos observado y entrevistado es enviar sus trabajos a otras publicaciones, de la misma ciudad, otros estados del país o el extranjero, con el fin de que sean publicados de cualquier manera. Para evitar las sanciones organizacionales, incluso pueden ceder su trabajo para que otros colegas los firmen. En esos casos, esta estrategia se asemeja a la del periodismo de colaboración encubierto, en tanto que privilegia el bien común al lucimiento individual.

El Periodista 9 ha recurrido a esta práctica cuando la organización periodística que lo emplea -sin un contrato formal, de palabra- no le publica un trabajo sin informarle las razones. Ha tenido problemas cuando ha publicado en otras organizaciones de la localidad, pero ha llegado a un acuerdo -también de palabra- para poder publicar en otros estados o países como freelance. En este sentido, el objetivo de esta resistencia es darle salida a un contenido que no iba a completar el proceso editorial. Es, en suma, lo último que pueden hacer para defender su trabajo.

Conclusiones

El objetivo de este artículo ha sido estudiar las resistencias abiertas y encubiertas en el periodismo de Tijuana. Más aún, para profundizar en su análisis, se han clasificado tales resistencias conforme a la forma de poder coercitivo a la que responden: 1) relaciones de deferencia, 2) bloqueo de información, 3) cargas de trabajo, y 4) censura editorial. Esto ha permitido poner a prueba a la tipología de la resistencia de Hollander y Einwohner (2004) y hacer énfasis en formas de resistencia específicas del periodismo para entender de mejor manera cómo operan las relaciones de poder en este campo profesional.

Nuestro trabajo de campo basado en las técnicas de investigación de observación participante, entrevistas en profundidad y grupo focal ha sido clave para adentrarnos en el mundo de las resistencias cotidianas de las y los periodistas. Observar de principio a fin la jornada laboral de dos reporteros, un hombre y una mujer, así como de una tercera sala de redacción, nos ha permitido atestiguar formas de oposición al poder coercitivo que las y los periodistas no expresan comúnmente en encuestas u otro tipo de sondeos en los que no se genera una relación de confianza.

En contraste con los estudios previos sobre la resistencia y resiliencia de las y los profesionales del periodismo mexicano, este artículo ha mostrado que no solo se opone resistencia a distintas formas de violencia, sino a fuerzas externas e internas que intentan controlar qué y cómo es el periodismo. Como las organizaciones periodísticas tienden a presentarse como aliadas de las y los periodistas amenazados, agredidos o asesinados, es necesario caracterizar a sus tomadores de decisiones como parte del poder coercitivo al que reporteros y editores deben resistir para defender sus ideales profesionales.

El estudio de caso que presentamos no pretende ser representativo del periodismo de Tijuana, sino dar cuenta de las experiencias y percepciones de un grupo de periodistas empleados como reporteros de nota diaria que resisten a las relaciones de deferencia, al bloqueo de información, a las cargas de trabajo y a la censura editorial para producir los reportajes que idealizan. Nuestros estudios sobre el periodismo de Tijuana nos permiten advertir que la resistencia no es generalizable en el periodismo de esta ciudad, pero que sí es una de las características del periodismo que establece agenda y desafía al poder.

Frente a otras ciudades mexicanas, la ubicación de Tijuana en la frontera norte del país, así como el perfil sociocultural de su población, dota a sus periodistas de un carácter transnacional (Ángeles & Solís, 2019). Esto, a su vez, les brinda la oportunidad de oponer resistencia al poder coercitivo local al imprimir o publicar en el extranjero, sobre todo en San Diego, Estados Unidos. Tal vez las y los profesionales del periodismo de otras ciudades mexicanas no tengan la posibilidad de imprimir o publicar en ese país, pero hay evidencia de que también resisten al migrar o publicar con seudónimos.

Futuros estudios sobre la resistencia en el periodismo mexicano podrían retomar lo planteado en este artículo para explorar cómo se opone resistencia al poder coercitivo en otros estados y ciudades, sea extendiendo o desafiando nuestra propuesta conceptual y metodológica. Hacer énfasis en este fenómeno puede contribuir a trascender la idea de que las y los periodistas solo reproducen una cultura organizacional para entenderlos en sus propios términos, como profesionales con capacidad de intervenir en el estado actual de cosas para alterarlo conforme a sus convicciones.

Notas al pie:
  • 3

    Tijuana, Baja California es una ciudad que se ubica en la frontera norte de México. A partir de la década de 1980, con la fundación del semanario político Zeta, se convierte en una de las capitales del periodismo mexica- no por desarrollar un periodismo de investigación centrado en la exposición de los vínculos entre el crimen organizado y la clase política. Ratifica esta posición cuando en la década de 1990 se convierte en el laboratorio para la ex- pansión del modelo de periodismo informativo de Grupo Reforma a través de Grupo Healy (Reyna et al., 2020). La conjugación de estos procesos ha hecho que en Tijuana se desarrolle una cultura del periodismo en resistencia y a la vanguardia. Esto hace de sus periodistas los sujetos de estudio idóneos para una investigación sobre las resistencias en la producción de noticias.

  • Cómo citar este articulo:

    Merchant Ley, D. D. & Reyna, V. H. (2023). Resistencias abiertas y encubiertas en el periodismo de Tijuana. Comunicación y Sociedad, e8519. https://doi.org/10.32870/cys.v2023.8519

  • Semblanzas

    Diana Denisse Merchant Ley. Profesora de tiempo completo en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Baja California. Es Doctora en Ciencias Sociales por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, sede Occidente, y miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel 1. Su principal línea de investigación es el análisis antropológico de las relaciones prensa-poder.

  • Víctor Hugo Reyna. Profesor investigador de tiempo completo en la Facultad de Comunicación y Mercadotecnia en la Universidad La Salle Bajío. Es Doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de Sonora y miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel 1. Se especializa en el estudio sociológico de los fenómenos emergentes del periodismo y la comunicación política.

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Historial:
  • » Recibido: 01/06/2022
  • » Aceptado: 17/02/2023
  • » : 13/11/2023» : 2023Jul-Dec